Tras 13 años trabajando de forma continuada en la administración local, y verme envuelta en una crisis vital originada por la desmotivación, desilusión y la falta de crecimiento a nivel laboral, estuve un año de baja médica en el que no encontraba la motivación ni la ilusión en el camino profesional que quería seguir. Durante ese año y cuando la salud me lo permitió, saqué varias asignaturas más de la carrera de psicología, que desde el 2012 cursaba sin prisa, en una universidad a distancia.
Estudiando una de las asignaturas de la carrera, relacionada con la atención temprana, descubrí las salas Snoezelen y me pareció una herramienta muy buena sobre la que tenía que indagar.
Seguí centrada en los exámenes y en mi recuperación, y comenzó a rondarme la idea de ponerme por mi cuenta. Pensé que dedicaba mi tiempo y esfuerzo a crecer como persona, además de profesionalmente, y no tenía por qué seguir embarcada en una empresa que no cuida a sus trabajadores, una empresa tóxica de libro, y en la que había un ambiente patológico que me enfermaba. Había llegado el momento de salir de ahí.
Me viene a la mente una frase en relación a esto: “No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.", en mi caso era un equipo, una empresa.
El proyecto fue cogiendo forma y en el camino me encontré con la realidad virtual, el neurofeedback, el biofeedback, todo cuadraba, unas cosas se enlazaban con otras y mi motivación iba subiendo, a la par que mi recuperación. Me dejaba llevar.
El obstáculo que me encontré en el camino, además de los trámites burocráticos de las diferentes administraciones, fue el dinero. Hice un presupuesto y me encontré con errores graves dadas mis carencias en las cuestiones contables, pero ya era tarde, el proyecto ya estaba en marcha. Ahora pienso que, si hubiera calculado bien desde el principio, Alvamir se hubiera quedado en el papel.
Conté eso sí con la mejor ayuda que podía tener, mi marido. Al inicio, y dado el riesgo asumido y que iba voluntariamente a renunciar a un salario estable, también entró en pánico, pero una vez que supe trasmitirle mi proyecto y dada la confianza que nos profesamos, me apoyó y me apoya, además de estar ahí siempre que le necesito.
Buscando en internet, encontré formación, proveedores, locales, financiación … etc. y nos pusimos en marcha creando lo que hoy es Alvamir.
En noviembre del año pasado, hizo un año de su gestación, año en el que viajé a jornadas, a formaciones varias, y me paseé por las administraciones correspondientes para poder poner en marcha el centro. Nos pusimos en modo albañil, carpintero, pintor y lo que hizo falta.
Por fin abríamos las puertas el pasado mes de septiembre, agradecidos e ilusionados por poder iniciar una nueva etapa laboral y personal, que está siendo desde el minuto uno muy ilusionante y con la que espero seguir creciendo, y con la que deseo poder ayudar y acompañar, a las personas que lo necesiten.
Por cierto, el nombre surgió de combinar el nombre de mis tres sobrinos: Alfonso, Álvaro y Amir: “Alvamir”.