En el autismo las señales que nos informan de unos altos niveles de ansiedad, deben ser prevenidas o tratadas de forma adecuada, ya que podrían desencadenar malestar emocional, y en ocasiones crisis nerviosas. Agravadas cuando no existe lenguaje, y/o no somos capaces de entender la comunicación no verbal de la persona.
La ansiedad, según refiere Isabel Paula en su libro “La ansiedad en el autismo”, actuaría como una lupa de “comportamientos prototípicamente autistas”. Estos se hacen más intensos, se agravan, se agudizan, aumentan y se acrecientan.
Algunos de estos comportamientos, según plasma en su libro la autora, serían los siguientes:
- Mayor insistencia en rutinas y rituales.
- Incremento de la preferencia por las normas y reglas.
- Aumento de comportamientos repetitivos y estereotipados (aleteo de manos, balanceos, ecolalias … )
- Intensificación de los intereses especiales y perseveración en cuanto a hablar sobre un tema específico.
- Agravamiento de la dificultad para integrar la información verbal, para comprender o responder preguntas.
- Acentuación de los comportamientos socialmente inapropiados, como hablar en voz alta, invadir el espacio personal de la otra persona mirando al otro fijamente a los ojos, pensamientos, frases y acciones fragmentadas o incoherentes.
- Obcecación con un determinado problema, añadiendo escenarios de: “¿Y sí?” a todas las soluciones posibles, entre otros comportamientos.
Añadir que hay que tener en cuenta el agotamiento mental y físico que supone la ansiedad, tanto para la persona con autismo que la padece, como para las personas que conviven con ellos-as.
Habría que comprender y diferenciar entre lo que es una crisis nerviosa y lo que es una rabieta, el comportamiento autolesivo, y los síntomas de hostilidad, agresión y conducta desafiante, para poder tratarlas de forma adecuada.
Fuente: Paula, Isabel (2015).»La ansiedad en el autismo. Comprenderla y tratarla». Madrid: Alianza Editorial